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Acá se come lo que hay y se disfruta. Se trabaja por sobrevivir, se ayuda a los amigos, se seduce por deporte y por diversión.  Acá el respeto es ley y a los dramas le damos vuelta la cara. Acá las expectativas están lejos, fuera del alcance de la vista. Acá se impone lo real, se le pone el pecho. Acá apretamos los dientes si hay que apretar. Acá no nos olvidamos de que el mundo gira sin parar, acá giramos sabiendo que tarde o temprano el final va a llegar.  Te doy la mano, aunque sé que las cosas pasan y cambian rápido. Te deseo lo mejor y estoy de tu lado, más allá del devenir.  Tu suerte no la conozco, a la mía le tengo desconfianza. Sé que no soy viejo,  pero ya tengo mis mañas y mis vicios. 
Estoy agradecido con cada amor que llegó hasta mí. Sin ellos yo no sería más que otro idiota aferrado a dudas sin sentido, a viejos rencores, y lo que es peor, a celos que sólo carcomen la mente hasta el subconsciente.  Resulta que estoy dispuesto a amar hasta arder, estoy dispuesto a morir amando, y me dejo amar. Por eso estoy agradecido.  Ni hablar de los placeres, de la pasión, que son la causa de que si tuviese que vivir todo, una, dos, mil veces más, no me sentiría maldito,  sino todo lo contrario. 
No hay que dejar de creer, ni de crear. No importa que lo que impere sea el egoísmo, la falta de empatía, el mirar para un costado cuando hay tanta necesidad enfrente. Que el amor sea el motor de nuestros actos no puede pasar de moda.  Creo que todo lo que parta de ahí vale la pena. Puede generar dolor, mas no arrepentimiento.  Hay algo de cierto en eso de que todo vuelve. La muerte es como un bumerán, puede alejarse bastante, la podemos perder de vista, pero vuelve. Las heridas, aunque cicatricen, ahí quedan, como los tatuajes.  No perder el foco, actuar con amor, y que sea lo que tenga que ser. 
La muerte merodea, no va a parar. Y aunque mejore la situación, aunque haya algo de esperanza después de este pozo, la miseria moral que me rodea no puede desaparecer, y mucho menos sin dejar profundas huellas.  A los confundidos los entiendo. A los que fomentan el individualismo los aborrezco.  Sepan que no nos van a vencer.  Acá abajo sólo podemos resistir, y tener fe en que la organización vence al tiempo. 
Tu abrazo en medio de la noche vale más que los sueños de riqueza de aquellos mediocres, tristes y egoístas.  Tu calor, que siento, es el motor de mi sonrisa, y tu sonrisa, hace las veces de mi leitmotiv.  La ausencia de una perspectiva de futuro que no sea catastrófica, pierde importancia cada vez que te siento feliz estando al lado mío.  Ya no pienso en lo efímero, en lo que se escapa, en mi carne que se pudrirá.  Porque desde que descubrí tu amor me entregué al presente y que sea lo que tenga que ser. 
De lo que se trata el crecimiento es de darse cuenta de los propios errores, pero sin temor a experimentarlos.  De tratar al otro con el mismo tacto que se trata a uno mismo, salvo en esos momentos en que somos autodestructivos.  Quién no tuvo esos momento en los que la oscuridad de la noche era nada en comparación a la penumbra que se siente, y se sabe, detrás de los ojos. Cuando en la nuca se intensifica un cosquilleo mitad diabólico, mitad placentero. Cuando las piernas se mueven sin pensarlo, cobran vida y peso. Cuando la mandíbula pide a gritos calor, mientras las manos, ansiosas, esperan la próxima piel. 
Calma y mi vecino hace ruido. Calma mientras miro la Luna sobre mi cabeza y al patio le vendrían bien nuevas luces. Calma y mi comodidad. Calma y abismo cuando me miro al espejo. Libertad sin piso y ni un peso.  Libertad más allá de lo material.  El cielo está arriba y en todas partes, no necesito tocarlo con las manos.  Pausa, no hay quien me proteja del paso del tiempo.  Yo no puedo desear vivir adentro de una piedra. No me quiero conformar con estar en mi burbuja.