Intentando descifrar qué es la vida -suponiendo que hay una respuesta válida- resulta que hay que negociar entre las pulsiones, entre Eros y Tánatos, entre lo reprimido y lo que sale. Repeticiones y lo que duele, hasta que el dolor es consciente. Entre la contemplación y el éxtasis, yo quiero desposeer.
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Del desastre algo tiene que salir. Nos agrupamos, tejemos redes. No importa si lloramos lágrimas de sangre. No importa cuántos muertos queden atrás. Hasta el último minuto lucharemos. Perseguidos, condenados, pero peleando. Con la certeza de tener al lado a quien nos ama. Sosteniéndonos las manos mientras nuestro corazón siga impulsando sangre y calor. Hasta dejar de existir, hasta pasar a la insignificancia infinita. El camino que andamos, cuántas penas, otras alegrías, lo que nos toca. Con la esperanza puesta en que la organización vence al tiempo.
Fragmentos.
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Lo que no se dice, duele. Lo que nunca se va a poder decir, además, arde. Quema, como el frío más hostil. No quiere, ni deja querer, porque sangra. Aunque me disperse, y la rueda de la fortuna gire, -Su naturaleza es cambiar, como la del tiempo es pasar- saberme afortunado, si lo creo, si mis ojos ven el pedazo de cielo que tengo enfrente, la magia y el hogar.